domingo, 20 de febrero de 2011

¿De donde venimos?



Aunque esta pregunta filosóficamente puede presentar un gran dilema, biológicamente hoy no ofrece ningún titubeo en su respuesta. Esto queda reflejado magistralmente por el Doctor y Catedrático Jose Enrique Campillo Álvarez en su libro LA CADERA DE EVA. Es uno de los libros más didácticos y más recomendables , sobre todo para las mujeres que se pueden encontrar hoy en día. Desde luego, por mí, sería lectura obligatoria en todos los institutos de secundaria. Una de las cosas más provechosas y formativas es el conocimiento de uno mismo y de sus congéneres. Siempre me ha costado entender en el proceso educativo el porque mentimos descaradamente a los niños con historias fantasiosas de un origen divino, de la creación de la mujer a partir de una costilla del hombre, de un origen incestuoso en el apareamiento de los hijos de Adán y Eva, para luego de adolescentes decirles: mira, que todo lo que te había contado era mentira, me lo he inventado, bueno yo no la teología cristiana, que el hombre es consecuencia del desarrollo evolutivo a través de millones de años. Recuerdo un capítulo del libro de Stephen Jay Gould, Ciencia versus Religión, en el que el aspirante a presidente de los EEUU (finales del XIX), el demócrata Bryan, defendiendo el creacionismo frente al Darwinismo llegó a plantear en contra de la comunidad educativa, que como los cristianos eran una mayoría de contribuyentes tenían el derecho a imponer en las aulas lo que consideraran oportuno, negando a Darwin y apostando por el creacionismo.Aunque de esto hace ya más de un siglo, a veces pienso que este debate aún no se ha superado. Volviendo al libro,  el Doctor Campillo explica que el hueso clave en la evolución no fue una costilla, sino la cadera de la mujer y su ensanchamiento, ya que eso permitió un mayor desarrollo de volumen de nuestro cerebro. Un par de apuntes del libro para los que como yo, estamos criando. La muerte súbita del lactante (recuerdo el caso de un jugador del Valencia que perdió a su bebé con 8 meses) es más frecuente en sociedades desarrolladas que en sociedades tribales, por lo que se interpreta que el contacto íntimo con la madre previene esos accidentes. Es un hecho que la muerte súbita del bebé se reduce drásticamente cuando duerme junto a su madre en contacto íntimo con su cuerpo. También habla del valor adaptativo de las abuelas (aviso a navegantes) y uno de los argumentos que esgrimees que la contribución de las abuelas al acervo genético se produce cuidando a sus nietos.

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