miércoles, 22 de diciembre de 2010

Feliz Navidad (2º parte)

Continuamos citando pasajes de la Biblia para entender mejor esos valores morales cristianos y a las personas que los defienden:

En el Libro de Números, en el capítulo veinticinco, muchos de los israelitas fueron seducidos por mujeres moabitas para que le hiciesen sacrificios a Baal. Dios reaccionó con su característica furia. Él le ordenó a Moisés: “Toma a todos los príncipes del pueblo y ahórcalos ante Jehová delante del sol, y el ardor de la ira de Jehová se apartará de Israel” Uno no puede evitar; una vez más, maravillarse ante el draconiano punto de vista del pecado de coquetear con dioses rivales. Para nuestro sentido moderno de los valores y de la justicia, parece un pecado insignificante comparado con digamos, ofrecer a vuestra hija para una violación en grupo. Es aún otro ejemplo de la desconexión entre la moralidad de las escrituras y la moralidad moderna (uno se siente tentado a decir civilizada)

La limpieza étnica iniciada en tiempos de Moisés es llevada a una fructificación sangrienta en el Libro de Josué, un texto asombroso por las sangrientas masacres que registra y el disfrute xenofóbico con el cual lo hace. Cómo lo hace triunfantemente la simpática y vieja canción, “Josué ajustó la batalla de Jericó, y las paredes se desplomaron...No existe nadie como el bien conocido Josué, en la batalla de Jericó” El bueno de Josué no descansó hasta que “destruyeron al filo de espada todo lo que en la ciudad había; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas y los asnos” (Josué 6:21).

“Pero de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna persona dejaréis con vida, sino que destruirás completamente: al heteo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, como Jehová tu Dios te ha mandado” (Deuteronomio 20:16-17). ¿Esas personas que mantienen a la Biblia como una inspiración de rectitud moral tienen la más ligera noción de lo que realmente está escrito en ella?.

Las siguientes ofensas ameritan la pena de muerte; conforme al capítulo veinte del Levítico: conjurar a tus padres; cometer adulterio, hacerle el amor a tu madrastra o a tu nuera; la homosexualidad; casarse con una mujer y su hija; la bestialidad (y; para añadir insulto a la injuria, la desafortunada bestia debe ser muerta también).

En el capítulo quince de Números, los hijos de Israel hallaron a un hombre en el monte recogiendo ramitas en el día prohibido. Ellos lo arrestaron y después le preguntaron a Dios qué hacer con él. Resultó ser que Dios no estaba dispuesto a tomar medias medidas ese día: “Y Jehová dijo a Moisés: Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés” (Números 15:35-36)

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