lunes, 20 de diciembre de 2010

Feliz Navidad




Se acerca la Navidad y como homenaje a todos los cristianos me gustaría impregnar este blog de moralidad cristiana citando algunos pasajes de su libro sagrado la Biblia. Por cierto parte de estos pasajes están recogidos en un libro que os recomiendo El espejismo de Dios de Richard Dawkins. En los próximos días iré dejando mas fragmentos, tanto del Tanaj como del Nuevo Testamento. El primero es el famoso relato del Genesis sobre Sodoma y Gomorra y es el siguiente:
Lot le ofreció hospitalidad a los ángeles en su hogar; alrededor del cual todos los hombres de Sodoma se reunieron y le demandaron a Lot que entregase a los ángeles para que ellos pudiesen (¿qué más?) sodomizarlos: “¿Dónde están los varones que vinieron a ti esta noche? Sácalos, para que los conozcamos” (Génesis 19:5). La gallardía de Lot al rehusarse a las demandas sugiere que Dios estaba tramando algo cuando lo escogió a él como el único hombre bueno en Sodoma. Pero el halo de Lot es empañado por los términos de su negativa: “Os ruego hermanos míos, que no hagáis tal maldad. He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere; solamente, que a estos varones no hagáis nada, pues que vinieron a la sombra de mi tejado.” (Génesis 19:7-8)

Las dos hijas de Lot hacen una breve reaparición en el relato. Después que su madre es convertida en una columna de sal, ellas vivieron con su padre en una cueva en lo alto de una montaña. Hambrientas de compañía masculina, ellas decidieron emborrachar a su padre y copular con él. Lot no se dio cuenta cuando su hija mayor llegó a su lecho, ni cuando ella partió, pero él no estaba lo suficientemente borracho como para no embarazarla. La noche siguiente, las dos hijas acordaron que era el turno de la más joven. De nuevo, Lot estaba demasiado ebrio para darse cuenta, pero también la embarazó. (Génesis: 19:31-36). Si esta familia descarriada era la mejor que Sodoma tenía para ofrecer como ejemplo de moralidad, algunos pueden comenzar a sentir cierta simpatía por Dios y su azufre justiciero.
Existe un escalofriante eco del relato de Lot y los sodomitas en el capítulo diecinueve del Libro de los Jueces; donde un Levita (sacerdote) no identificado,estaba viajando con su concubina en Gibea. Ellos pasan la noche en la casa de un hospitalario anciano. Mientras ellos estaban comiendo su cena, los hombres de la ciudad llegan y golpean a la puerta; demandándole al anciano que entregue a su invitado masculino “para que ellos puedan conocerlo”. En casi exactamente las mismas palabras de Lot, el anciano dijo: “No, hermanos míos, os ruego que no cometáis este mal; ya que este hombre ha entrado en mi casa, no hagáis esta maldad. He aquí mi hija virgen, y la concubina de él; yo os las sacaré ahora; humilladlas y haced con ellas como os parezca, y no hagáis a este hombre cosa tan infame” (Jueces 19:23-24). De nuevo, el carácter fundamentalmente misógino de esta cultura aparece, fuerte y claro. Yo encuentro la frase: “humilladlas”, particularmente escalofriante. Disfruten humillando y violando a mi hija y a la concubina del sacerdote, pero muestren el  debido respeto por mi invitado quien es; antes que nada, macho. A pesar de la similaridad de los dos relatos el dénouement [Francés: desenlace] fue menos feliz para la concubina del Levita que para las dos hijas de Lot. El Levita la entregó a la turba, la que la violó en grupo toda la noche: “Por lo que tomando aquél hombre a su concubina, la sacó; y entraron en ella, y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y la dejaron cuando apuntaba el alba. Y cuando ya amanecía, vino la mujer, y cayó delante de la puerta de la casa de aquel hombre donde su señor estaba, hasta que fue de día”. (Jueces19:25-26). En la mañana, el Levita halló a su concubina yaciendo postrada en la entrada y dijo —en una forma que nosotros hoy podríamos ver como una abrupta insensibilidad — “Levántate, y vámonos”. Pero ella no se movió. Estaba muerta. Así que él “Tomó un cuchillo y echó mano de su concubina, y la partió por sus huesos en doce partes, y la envió por todo el territorio de Israel”. Sí, usted leyó correctamente. Vea Jueces 19:29.

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